jueves, 30 de octubre de 2008

La hipocresía respire, vive, humea, se alimenta en cada uno de nosotros, en tu mujer, en tu amigo, en el trabajo, en el burdel. Te empapa como una baba viscosa de la que no te puedes deshacer. Al principio pensabas que era desamor, o el sentimiento de fracaso que lleva ahogándote desde los treinta y tantos. A veces uno cree que puede huir de ella: el alcohol, el sexo, las religiones... las palmaditas en la espalda de tu astuto jefe... no, no seas iluso, sabes que nunca te abandonará porque, por mucho que lo intentes, la hipocresía eres tú.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Inseguridades sobre el diván

Es hora de que deje de esperar quien esperó,
hora de que salga quien desesperó a quien lo esperó y dé pase a una nueva lucha por un autodescubrimiento curioso pero con riesgos de descubrir cosas que, por su propio bien, no debería.

Se abren las puertas de la mente de quien esperó,
sin embargo, no la boca de quien se hizo esperar.

Se crean silencios incómodos para apresurar un hablar
pero no suelta ni una vocal.

El esperante sabe que al callado le sabe amargo el licor de las cosas queridas, que cree que se acabó lo mejor y que no hay quien le cure la herida.
Pero su trabajo es hacer que no sea esta su hora de huir, su despedida.

No hay incomodidad que supere al no hablar de quien se hizo esperar por quien lo esperó y el tiempo corre y no parará de correr.

Pero el callado no es un hongo. Mientras miente y esconde al callar, también crea e imagina, él piensa.
Y lo que piensa lo hará actuar, no importa si lo hace para "bien" o para "mal", el solo lo hará según lo que dicte su pensar.

Ahora sí llegó su hora de huir, su despedida.
Y se despide sin decir que ésta será la última vez que lo haga.
Sale y cierra las puertas de la mente de quien lo esperó.
Justo allí afuera de estas puertas estoy yo, ensimismado y pensando en qué será lo que hace que se me sea necesario venir semanalmente al consultorio de este sanacesos.
Tampoco hablaré.